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Foto del escritorArquitecto Leonardo Berbesí Quintero

El COVID-19 y su efecto en los ciudadanos, la ciudad y la arquitectura. Parte II.


1. Las ciudades enfermas.

Ante el confinamiento de las masas, las ciudades del mundo se mostraron vacías, recordándonos aquella mítica imagen de la película “Abre los ojos” (1997), de Alejandro Amenábar, en la que el protagonista atraviesa una desértica Gran Vía de Madrid. Este insólito desnudo nos desveló las imperfecciones de los asentamientos urbanos actuales, afecciones que en vez de corregirse, se acrecientan con el paso del tiempo. A su vez, estas patologías urbanas latentes están perjudicando de forma progresiva a sus habitantes, aunque ya antes fueran diagnosticadas por profesionales comprometidos, colectivos vecinales conscientes o plataformas ecologistas. Debemos recordar que las ciudades son escenarios muy importantes, puesto que el 60% de la humanidad reside en ellas, y se pronostica que este porcentaje aumente hasta el 75% para el año 2050.





También debemos recordar que las grandes transformaciones urbanísticas como la que experimentó París a mediados del siglo XIX, buscaban no solo ordenar y embellecer la ciudad, sino solucionar los problemas de salud que padecían, como la terrible pandemia de tuberculosis que asesinaba a una de cada siete personas en esos tiempos. El barón Haussmann realizó meticulosamente el encargo de Napoleón III para mejorar y ennoblecer la capital francesa (1853-1870), dotándola de bulevares, plazas, avenidas arboladas; fuentes, esculturas, monumentos; alrededor de 40.000 mil edificios nuevos, eclécticos, de semejante composición, materiales y altura; equipamiento urbano e infraestructuras (saneamiento, abastecimiento de agua y gas, etc.) pero además, la saneó expropiando y eliminando sectores enormes de la ciudad, donde predominaba el lodo, la basura, la oscuridad y falta de ventilación en chabolas ubicadas en calles estrechas y pestilentes, heredadas de la época medieval. Esa ingente, noble, inteligente y aséptica labor –no sin defectos y detractores- luego fue emulada por Londres, Barcelona, Viena, Florencia o New York. Y sin duda alguna, la pandemia del COVID-19 debe aprovecharse para generar una transformación urbana de dimensiones y alcances semejantes, en aquellas ciudades del mundo que presentan grandes problemas y que perduran en el tiempo.

A continuación analizaremos cinco de las características negativas que presentan las ciudades actuales y que especulamos se acrecentarán con la pandemia del COVID-19, a sabiendas que se trata de un ejercicio abstracto, una pretensión intelectual, puesto que, las ciudades son como las personas, varían muchísimo entre unas y otras –no es lo mismo Madrid que Lagos, Ciudad de México, Houston, Sao Paulo o Tokio-, y que para obtener certeros resultados necesitaríamos evaluaciones exhaustivas de cada una de ellas. No obstante, consideramos que existen cualidades que las une y que vale la pena el esfuerzo.

1. Existe demasiada superficie de terreno destinada a un objeto altamente ineficiente, contaminante y peligroso: el automóvil. Dicha máquina presenta muchísimos perjuicios: es el medio de transporte que más energía consume por persona transportada y kilómetro recorrido (el doble que el tren de Cercanías o el Metro –Madrid-, y más de cuatro veces que un autobús); es el principal foco emisor de la contaminación del aire en las ciudades (responsables del 80% de emisiones de NO2 y del 60% de emisiones de partículas); consume entre el 20 y el 30% de la superficie urbana, semejante a las urbanizaciones de nueva construcción que es el 40% (entre el espacio dedicado a aparcamiento y el empleado a la circulación de los vehículos); los automóviles generan gran parte del ruido de la ciudad, presentan muy baja ocupación y son los responsables de los atascos que a todos nos estresan; además, los accidentes de tráfico que generan, constituyen en la actualidad la quinta causa más frecuente de muerte en España, sólo por detrás de las enfermedades cardiovasculares, las neoplásicas, las respiratorias y las digestivas. A pesar de todo esto, los automóviles son los amos de la ciudad y sus exigencias provoca que se desperdicien enormes extensiones de valioso territorio, que podría dedicarse a cosas más productivas para la vida, como viviendas de protección oficial; parques, plazas y áreas verdes; rutas ciclistas; centros de enseñanza, culturales, deportivos, científicos o empresariales; plantas de producción de energía limpia; centros de salud; casas de acogida; plantas de reciclaje; huertos urbanos; etc., en definitiva, actividades que generen empleo, desarrollo y bienestar a los ciudadanos.





2. Los datos de la Sociedad Española de Neumología cifran en 10.000 el número de muertes prematuras anuales asociadas a la contaminación del aire en España. Las partículas en suspensión son las principales causantes de los efectos nocivos de la contaminación sobre la salud. Estas partículas, procedentes de los vehículos diésel o la combustión fósil, son capaces de llegar a los pulmones y al torrente sanguíneo, lo que favorece la aparición de problemas como la aterosclerosis, los infartos o los ictus. Esto es muy grave y poco difundido o conocido. Por otro lado, muchas ciudades del mundo se ubican y desarrollan sobre verdaderos vertederos, o sobre masa de agua totalmente corrompida y fétida, propagando enfermedades y condiciones disonantes con la vida. Y si queremos transformar ese paradigma, los ciudadanos debemos participar en la toma de decisiones del proceso depurador, porque todos debemos transformar nuestros hábitos de forma radical, dejando la indiferencia y nuestro afán de consumir de forma inconsciente y descontrolada, produciendo ingentes cantidades de desechos, los cuales la mayoría termina en vertederos (a nivel mundial se producen más de 2.100 millones de toneladas de desechos cada año y sólo se recicla el 16%)[1] . Por tanto, es necesario enfrentar el problema de la contaminación urbana con contundencia –a pesar de los intereses de grandes industrias- para acabar radicalmente con el transporte privado de automóviles contaminantes; con los vertidos industriales hacia manantiales, ríos, lagos, mares; con los vertederos ilegales o la falta de una buena gestión de residuos sólidos urbanos, así como, con los gases de efecto invernadero expulsados alegremente al aire por calderas inadecuadas u obsoletas, o por edificios antiguos y nuevos, mal aislados o erróneamente proyectados. Por otro lado, el confinamiento de los seres humanos nos trajo una excelente noticia: ¡la naturaleza puede renacer! Esto muchos lo percibimos y fue confirmado a través de imágenes satelitales que evidenciaron la reducción de la contaminación en ciudades de todo el mundo. Así mismo, la fauna poco a poco retornó a sus lugares (monos, patos, delfines, jabalíes, venados, pavos, etc.), recolonizando sus antiguos territorios. Fue conmovedor ver los canales de Venecia con agua transparente, peces y cisnes. La lección es clara: debemos detener toda actividad humana expoliadora y dañina contra el medio ambiente, porque sencillamente, el planeta puede continuar perfectamente sin nosotros.


3. Las áreas verdes son los parques y jardines que existen en las ciudades, brindando enormes beneficios como el aumento de la calidad de vida de la población, son hábitat para la biodiversidad, evitan la erosión de los terrenos, mejoran la calidad del aire (absorben dióxido de carbono y emiten oxigeno), disminuyen las islas de calor y el mantienen sanos y alegres a los habitantes, entre muchos otros. La cantidad de área verde que existe en una ciudad se mide en relación a la población total que vive en ella y una de las ciudades con mayor superficie por habitante es Curitiba, en Brasil, con 52 m2 por habitante; como superficie óptima se ha establecido entre 10 y 15 m2 de área verde por habitante y Madrid presenta 15,9 m2; no está mal, pero a nivel mundial existen muchísimas ciudades que están por debajo de ese umbral y debemos corregirlo, si queremos ciudadanos sanos - física, mental y espiritualmente- disfrutando de entornos agradables, frescos y beneficiosos.

4. Ser pobre en la mayoría de ciudades del mundo sale muy caro, sobre todo en Sudamérica. Los asentamientos para las clases bajas de la sociedad, ya sean urbanismos ordenados, planificados y legales, desarrollados por el Estado a través de sus empresas públicas, o como son la mayoría de ellos, desordenados, esporádicos e ilegales, se realizan en los terrenos “baratos” de las alejadas periferias, con lo cual, llevar hasta esos lugares las infraestructuras y los servicios básicos como electricidad, saneamiento, agua potable, calles, avenidas, transporte público, correo, Internet, recogida de basura, etc., resulta muy costoso. Es una consecuencia de la gentrificación, fenómeno moderno del libre mercado que consiste en sacar progresivamente a los habitantes con menos recursos de los centros de las ciudades. Serán los habitantes de esos barrios de las periferias quienes costearán durante toda su vida los inconmensurables gastos y otros importantes factores como el tiempo, el cual derrocharán diariamente al tener que trasladarse en largas jornadas desde sus casas hasta los centros de trabajo y viceversa. Este enorme gasto se acrecienta cuando la mayoría de los modelos edificatorios se basan en viviendas unifamiliares aisladas, es decir, en tipologías de muy baja densidad. Por supuesto que consideramos que no debería existir pobreza en el mundo, ya que, existe abundancia y no escasez (como nos han hecho creer), solo que por intereses mezquinos no se distribuye adecuadamente las oportunidades y el dinero. La consecuencia de esto es que en muchos países la diferencia entre ricos y pobres es abismal, injusta e indignante y eso repercute en la ciudad y la calidad de vida de todos los ciudadanos. Con la emergencia sanitaria actual, se puede intuir –porque aún no se conocen datos- que los asentamientos urbanos para las clases pobres son los más vulnerables, puesto que presentan menos calidad en infraestructuras y equipamientos, como los sistemas de abastecimiento de agua, saneamiento o los centros de salud, vitales para combatir adecuadamente una pandemia de esta envergadura. Y lo peor es que según los expertos, la crisis sanitaria profundizará la recesión económica, empujando a millones de personas a la pobreza en todo el planeta[2].





5. La gran reflexión en la que todos debemos participar, es que la ciudad, como organismo vivo que es, debe transformarse de una ciudad lineal a una ciudad circular o aquella que se hace cargo de la producción de su propia energía, sus propios recursos como materiales, agua y alimentos, así como, de sus propios desechos. Por tanto, debe transformarse en una ciudad que aplica sistemas de producción, información y comunicación eficientes (Smart City), para conseguir procesos e infraestructuras más eficientes, una mayor eficacia de los recursos disponibles, calidad ambiental, prosperidad económica, equidad social y participación ciudadana. No podemos olvidar que las ciudades del mundo consumen entre el 60 y el 80% de la energía y más del 75% de los recursos naturales, además de producir el 75% de las emisiones globales de carbono y una pandemia –como si fuese una guerra- puede alterar drásticamente su funcionamiento, ya que, paraliza la producción mundial y nacional, creando obstáculos que ralentizan las infraestructuras, la producción y taponan los canales regulares de distribución de los recursos exógenos, como energía, materias primas y productos básicos, poniendo en serias dificultades el abastecimiento de las ciudades y por ende, la sobrevivencia de los habitantes. Por tanto, la ciudad circular se hace urgente e imprescindible.

Estos cinco puntos debemos analizarlos muy bien entre todos, para producir una verdadera y necesaria transformación de nuestras ciudades, que sirva para enfrentar de manera efectiva emergencias futuras, generando a la vez, la activación de estrategias éticas y sostenibles que beneficiarán definitivamente a todos los seres humanos y al planeta.


[1] Tomado del artículo "Crisis mundial de la basura": 3 cifras impactantes sobre el rol de Estados Unidos. Redacción BBC News Mundo. https://www.bbc.com/mundo/noticias-48914734. 8 de julio de 2019. [2] “De hecho, una recesión mundial podría revertir hasta tres décadas de mejoras en los niveles de vida y, según una estimación, empujar hacia la pobreza a entre 420 y 580 millones de personas en el mundo.” Tomado de El País, Una respuesta a la COVID-19 para los pobres del mundo. 29 de junio de 2020.

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